1.- Qué lejos parece quedar el mes de febrero de 2016. El Barça goleó 7-0 al Valencia en la Copa del Rey, con el tridente divirtiéndose y marcando goles y el equipo en general siendo capaz de mezclar el juego, combinando pausa y vértigo, generando elaboración fluida gracias a la recuperación, jugando en corto y en largo. Apenas dos meses más tarde, los resultados dicen que no queda nada de aquel fútbol. Eliminado de la Champions League regalando 45 minutos, donando toda la ventaja en liga obtenida en gran parte gracias a una serie de 39 partidos sin perder y, sobre todo, convirtiendo cualquier cualquier partido reciente en un dolor cercano al trauma por lo inexplicable.
2.- Pese a no disfrutar de excesiva lucidez, el Barça compareció en el Camp Nou con el orgullo de un equipo grande dispuesto a cerrar con tres puntos el debate de las últimas semanas, relativo a la fiabilidad del equipo y a su solvencia para ganar los títulos que más o menos estaban descontados por prensa y público. Defensa e interiores muy adelantados, Messi de nuevo partiendo desde la derecha con licencia para liderar desde el centro, Neymar participativo al espacio y Luis Suárez pendiente de todo lo que pasara cerca del área rival. La conclusión, veinticinco minutos suficientes como para superar temor y marcador y para que Diego Alves justificara su presencia. Disparo de Neymar, Luis Suárez no alcanzando una llegada de Alba, doble ocasión de Messi, incluso peligro a balón parado. Pero el gol fue para el Valencia. Llegada de Siqueira y Rakitic en propia puerta ante el estupor del Camp Nou. El horror y el azar.
3.- Las carreras de Mascherano como paradigma de las dudas de un equipo. Un grupo pensado para la precisión, para el trazo fino y para la ejecución certera, convertido en el nervio y en la conducción de balón. Poco que reprochar al argentino, pero difícil de asimilar ver su energía en ausencia de, por ejemplo, la posición de Busquets tan lejos del área rival, aquel lugar en el que el robo y la presión marcan la diferencia entre un equipo trabajado y otro solo con intención, con el Barça por momentos a merced de Parejo y Javi Fuego, incapaz de recuperar el balón y mucho menos de ofrecer a Messi una ventaja. A Leo se le exige que sea principio y fin, lo que supone un recorrido perpetuo de cuarenta metros. No se trama un estilo durante casi tres décadas para necesitar eso. Una buena jugada colectiva del Valencia dejaba el marcador en 0-2 terminando la primera parte y una atmósfera de incredulidad en el Camp Nou imposible de disimular. La temporada perfecta se desvanecía.
4.- Tras el descanso el Barça encerró al Valencia en su área pero no fue capaz de limitar las contras visitantes. El asedio estaba lejos de parecerse a aquellos en los que el rival termina en su área pequeña rezando para que el balón se escape fuera o aprovechando el tiempo entre los saques de portería. No es el Barça que si no marca al menos empata, porque impide que el rival salga con el balón jugado, preso de la posición y de los minuciosos esfuerzos de cada pieza del engranaje defensivo. El equipo tiene prisa y concede, tanto en la definición propia como en el repliegue, y hoy día casi cualquier rival dispone de su oportunidad. El Arsenal en el partido de vuelta. Villarreal, Real Madrid, Real Sociedad, Atlético. Meses atrás podía ocurrir puntualmente, pero no era relevante respecto a los efectos de la cirugía con la que el equipo despachaba los partidos. Eso se acabó y ahora cualquier miserable infección pone en riesgo la salud del paciente.
5.- Messi, tras cinco partidos de travesía por el desierto estadístico, lograba el gol número quinientos de su carrera, aprovechando un pase de Jordi Alba pero en realidad siendo él quien previamente había habilitado a su compañero en el lateral. Fue una de aquellas combinaciones ejerciendo de quarteback tan frecuentes el año pasado, cuando el peso de Iniesta en el juego era menor y el pase de Leo sobre Alba o Neymar era uno de los recursos más habituales. Hoy día, pese a la indiscutible influencia de Iniesta, el equipo parece con menos recursos que meses atrás, excesivamente dependiente de la inspiración individual. Por mucho que en los despachos se empeñen, “tridente y triplete” no son conceptos directamente proporcionales.
6.- Casi media hora tuvo el Barça para salvar alguno de los puntos en juego, pero el rato de fútbol solo sirvió para confirmar el extravío de Neymar, de pronto vacío de inspiración y huérfano de toda conexión con sus compañeros, la dependencia de Messi pero no la fundamentada en el fútbol (aquella que lógicamente obliga al liderazgo del mejor futbolista en el campo y en la que Leo se siente cómodo), sino más bien esa sensación casi olvidada en la que sus compañeros, estáticos, le miran esperando que él resuelva, y los rivales le rodean. Casi en el descuento Piqué falló lo que era el empate a dos, confirmando que el objetivo de un equipo grande es evitar tener que depender de la habilidad de su defensa central ante la portería contraria. Reducir a la mínima expresión el riesgo de lo imprevisto.
y 7.- “El fútbol es así”. “Injusticia”. “Muy buen partido”. Seguro que de puertas adentro y en su despacho con sus colaboradores, los análisis de Luis Enrique son mucho más profundos que lo que muestra en rueda de prensa. Calificar una pregunta según el apellido del periodista que la formula solo puede definirse como un irrespetuoso error fruto de la decepción del momento. Y si, ante sugerencia de Unzué, perdiendo un partido tras los últimos resultados, el entrenador del FC Barcelona siente un “y ahora a quién saco” como alternativa táctica o incluso emocional ante la tercera derrota consecutiva (cuarta en cinco partidos), la conclusión es que quizás, después de todo, el desplome no es casual ni por supuesto físico y sí relacionado con la táctica y el juego. Para bien o para mal, lo que marca el éxito o el fracaso de este club desde 1988.
-FC Barcelona-Valencia (Liga BBVA, 33ª jornada). 17-abril-2016- Camp Nou. 1-2 (Rakitic p. p., Santi Mina, Messi)
* Daniel Cana es periodista.